mi status de facebook:

Traté de escribir en mi status de facebook:

A veces la ropa que llevo puesta la cosen mujeres y niñas en un sweatshop de la globalización. Asiduamente como chocolate oscuro que probablemente fue recogido por esclavos, adultos y niños, en Ghana o en la Costa de Marfil. Más de una vez no he encontrado qué acción pro-activa llevar a cabo para hacerle frente a casos cercanos de violencia contra la mujer, esa misma que conceptualmente tanto trato de señalar como escritora. Estás son apenas algunas muestras de contradicciones, defectos, errores y/o faltas de carácter con que suelo autoflagelarme filosóficamente cuando detecto las inequívocas pestes de arrogancia primermundista, feminista o de ente polítcamente correctamente globalizada. El hecho es que mi discurso siempre es filosóficamente mejor que mi verdad cotidiana. Lo que pienso siempre es más justo que mi justicia humana, más claro que las dicotomías de mugre y fango que me hacen de carne y hueso.

No es fortuito que trate de entender al otro, de ser el otro, de sufrir el otro. Si no resisto la obsesión malsana de revisar mis posturas ideológicas constantemente es porque tengo un buen plan médico para cubrirme los antidepresivos. Tampoco es aleatorio que interrogue persistentemente mis propias trampas y que ande aguzada con la diferencia entre lo que dice la palabra y lo que dice el discurso. Tengo claro, que no es lo mismo palabrificar o apalabrar que dirimir palabrerías que abaniquen mis certezas o agazapen mis faltas. Siempre me ha parecido fascinante la negación psicoanalítica ante la probabilidad de que la autoestima saludable desenfoca la auto-crítica. Como buena masoquista detractora de las huestes esclavas de la auto-ayuda pienso que el rigor en la auto-apreciación es más productivo para mi crecimiento personal que un libro de Coehlo o de Argov. Como escritora, todo esto lo puedo aplicar a lo que escribo con más eficacia que a lo que hablo. Ergo, mi discurso es más fiel a la idea de mí que a la realidad de mí. Más importante aún es que trato de lograr que mi discurso no niegue esa realidad de mí y al contrario la exponga y me humanice, me vulnere y le devuelva la fragilidad a la complacencia del yo.

Resultó que este texto, aunque demasiado largo para el estatus de facebook, es a la vez sumamente incompleto para expresar lo que estaba pensando. El escrito reacciona a varias cosas que me incomodan, a la idiotez, a la hipocresía, a la arrogancia, al atropello. Pensé también que iba a ser patético el alcance de mis palabras en ese foro, pues sigo desactivando mi cuenta intermitentemente. Para quién se pregunta, qué ando haciendo.