Los poetas necesitamos más palabras.
Los poetas necesitamos más palabras.
No nos dan las del trabajo
ni las de domingo.
No nos sirve para nada
otorinolaringólogo
o filantropía.
No nos son suficientes las del femenino
ni las del masculino
ni los sustantivos epicenos
ni los diccionarios.
Los sinónimos no se nos parecen
ni los antónimos se contradicen.
Cada palabra es
una sola,
sólo la que quisimos
o encontramos
como descubrimiento fatídico del destino.
El término curriculum vitae no rima con nada.
No produce ninguna melodía
un nematelminto alado,
a menos que tenga marca registrada
y se lo coma la masa como línea novecientos.
Necesitamos las palabras como pertrechos,
como fusiles al hombro para matar pesadillas.
¿Cómo lograr el requilorio si no podemos inventarlas?
¡Si es que necesitamos más palabras!
Más palabras para decir muerte
y para gritar gozo
o contar del retrechero amor
o de la diuturna soledad.
Los poetas necesitamos más palabras
que las que dicen en el noticiero de las seis
para nombrar el hambre del alma
y la resequedad de la dejadez.
guerra
democracia
colonia
escribirlas todas con letras minúsculas
y de alguna manera mezclarlas
y dejarlas morir,
las que sobran
las que son débiles
las que están passé.
Y mientras buscamos palabras en el armatoste de la lengua,
más vale que tengamos algo que decir,
algún relato de la melancolía,
un sufrimiento desesperado,
un ímpetu volcánico de lucha, indignación o vergüenza,
que las palabras no servirían de nada
si los poetas
acementamos el corazón.
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